Madriz / Comisariado 27 de April 2017 por Irene Calvo Tweet · Share

Colectivo curatorial

Jaime y Manuela son dos comisarios que trabajan como colectivo y entienden el comisariado como un espacio donde se pueden generar nuevos conocimientos y estrategias de difusión. Nos hablan de sus percepciones y experiencias como comisarios emergentes.

Jaime González Cela (Madrid, 1984) y Manuela Pedrón Nicolau (Granada, 1988) son dos jóvenes comisarios independientes que trabajan como colectivo curatorial. Ambos son historiadores del arte y están especializados en arte contemporáneo y cultura visual, además, Jaime es educador y Manuela investigadora, y los dos han comisariado muestras en otros colectivos y en solitario anteriormente. Jaime y Manuela como colectivo han curado exposiciones como “Arte ficción”(2013) para CaixaForum Barcelona o “C.I.T.I. Centro de Investigación Técnicamente Imprevisible” en la Sala de Arte Joven de la Comunidad de Madrid (2015). El año pasado desarrollaron su investigación curatorial en la Real Academia de España en Roma.

Recientemente, han tomado el testigo de Cristina Anglada en el comisariado de Frágil, el pequeño escaparate de La tetería de la abuela, en la calle Espíritu Santo, para el cual están preparando la próxima intervención de la artista Clara Montoya, que se inaugurará a mediados de mayo. También están trabajando con Tabacalera Promoción del Arte en un programa educativo que verá la luz después de verano.

Los artistas con los que Jaime y Manuela realizarían una hipotética exposición son: Margaret Modlin, pintora, escultora y fotógrafa surrealista de origen estadounidense pero afincada en Madrid desde los años 70, fue la primera mujer extranjera que expuso en el Círculo de Bellas Artes; Alberto Greco, artista plástico precursor del informalismo en su país natal, Argentina, más tarde se instaló en Madrid donde desarrolló gran parte de su carrera; Ángeles Santos, pintora a caballo entre el surrealismo y el expresionismo, también produjo obra gráfica y perteneció a la Generación del 27; José Val del Omar, director de cine e inventor, investigó con nuevas e innovadoras técnicas cinematográficas; y por último, Muelle, el pionero del graffiti en Madrid y precursor de las firmas que incluían una flecha como elemento estético.

La segunda caída de Babilonia

¿Cómo definiríais la labor de un/a comisario/a?

M: Me gusta pensar el comisariado como un lugar desde el que generar estrategias particulares de investigación y difusión de conocimientos a partir de la práctica artística. En este sentido la experiencia, la experimentación y el aprendizaje colectivo son elementos fundamentales de la labor curatorial, del mismo modo que lo es para la artística y que sería deseable para quien visita o participa en un proyecto curatorial.

¿Qué creéis que hace falta para ser comisario/a?

J: Ser comisario no es una religión ni afiliación deportiva (aunque a veces haga falta bastante fe para sacar adelante un proyecto), sino una profesión que además muchas veces se combina con otros trabajos relacionados (o no) con el mundo del arte. Me imagino que para ser comisario hay que comisariar y para ello hay que tener proyectos en los que desarrollar esta práctica. Esos proyectos pueden ser muy distintos, en algunos casos puede que te los inventes tú de cero o que sea un encargo o convocatoria de una institución, o incluso una propuesta de un artista para trabajar juntos. En cualquier caso, hay unos puntos en común en todos los proyectos curatoriales que son: disponer o crear un espacio, y tener una idea, aunque quizá en vez de idea sea más correcto pensar en objetivos o deseos. Pensar el por qué lo haces, para quién, y cómo lo quieres hacer son preguntas que nos planteamos de base en cualquier proyecto y que son fundamentales para poder valorar si estás haciendo un buen trabajo. Desde luego no todos los proyectos que hacemos son igual de buenos, y me parece que hay una cultura del éxito y del escaparate (promovida a menudo desde las redes sociales) que es contraproducente e insustancial. Pero eso no quita que sea fundamental estar comprometido con el propio trabajo e intentar hacerlo siempre mejor, y para ello es esencial tener espíritu crítico con la propia práctica. Esto del espíritu crítico no es algo que se dé sólo con decirlo, sino que hay que trabajarlo y también saberlo gestionar para que no se convierta en un bloqueo. A partir de estas cuestiones como punto de partida y centrándonos en el mundo del arte contemporáneo, te diría que necesitas estar interesado en trabajar con otras personas, en conocer y estudiar su trabajo y en establecer vínculos. Tal y como he trabajado en los últimos años, el comisariado es un trabajo que pasa por lo colectivo y por la mediación, trabajar con artistas, con públicos, con otros comisarios o con las personas que trabajan en los espacios en los que desarrolla un proyecto. Por lo tanto existe una dimensión social y un ejercicio de ponerte en el papel del otro (público, artista, institución) constante.

Sin título, 1964.

¿Por qué habéis elegido a estos/as artistas?

J Y M: El ejercicio de señalar un grupo de artistas en función de su pertenencia a un contexto geográfico pone sobre la mesa muchas cuestiones. En 2015 nos invitaron a participar en la ampliación del Archivo de Creadores de Matadero Madrid y resultó un encargo bastante complicado que nos planteó un montón de preguntas a partir del marco del archivo (¿qué es un creador? ¿Qué conecta a quienes participan de un contexto artístico? ¿Qué tipo de conocimiento genera un archivo de la escena actual?). Nos interesa el trabajo de muchos artistas que actualmente viven o pasan a menudo por Madrid. Además de quienes propusimos en ese listado, durante estas últimas semanas hemos estado trabajando con Cristina Mejías, Rosell Meseguer y Clara Montoya, cuyo trabajo recomendamos. Sin embargo, cuando nos planteas imaginar una exposición se nos abre la puerta a una dimensión de metodologías locas y planteamientos imposibles. Puestos a imaginar proponemos una exposición de nuevas producciones de artistas que han formado parte de las escenas madrileñas del siglo XX. Artistas misteriosos o extravagantes con los que nos encantaría contactar a través de cualquier sistema de comunicación interdimensional (igual proponemos el proyecto para un nuevo capítulo de Black Mirror, a ver si se les ocurre alguna idea para superar estas cuestiones técnicas en versión cañí).

¿Cuáles son vuestros referentes a la hora de comisariar?

J: Sobre los referentes seguramente haya de dos tipos: gente muy cercana con la que te has encontrado, te ha ayudado o incluso has colaborado como Suset Sánchez, Virginia Torrente, Bea Alonso o Ferrán Barenblit, o comisarios de los que sólo conoces su trabajo pero que ha sido inspirador como Harald Szeemann o más actuales como Massimiliano Gioni, Didi-Huberman o Borja-Villel... Hay muchas y muchos en todas las categorías. Casi de todos ellos he visto muchos proyectos de los cuales muchas cosas nos han gustado y otras tantas no. Pero como contaba en la primera pregunta, es imposible que todos los proyectos sean buenos y de los errores, propios y ajenos, intento aprender.

Mundo, 1929.

¿Qué tiene de diferente la labor curatorial en colectivo?

M: Por mi parte he desarrollado casi toda mi labor curatorial en colectivo, por lo que a veces me pregunto si es que podría trabajar de forma individual. Siento que los procesos comunicativos son la base del comisariado entendido como generador de espacios y relatos y creo que la necesidad de trabajar cada idea desde distintas perspectivas y percepciones es lo que ha provocado que hasta ahora sólo haya podido trabajar en grupo. Además, en nuestro caso, a menudo tengo la sensación de que ser dos permite generar distintas formas de relación con artistas, públicos e instituciones que no se limitan a las que habitualmente se atribuyen a un comisario. Por otra parte, trabajar en colectivo supone generalmente una remuneración menor por un trabajo que en muchos aspectos no es posible distribuir. Muchas becas y encargos no están adaptadas a las condiciones del trabajo colectivo. Aunque obviamente es una decisión propia, creo que sería importante continuar pensando en formas más adecuadas de estructurarlo.

Manuela es investigadora y Jaime educador, ¿es vuestra línea curatorial el resultado del encuentro de vuestras trayectorias profesionales?

M: Sí. Bueno, la verdad es que según en qué momento nos pillen cada uno nos definimos como comisarios, educadores e/o investigadores. Tenemos una formación similar, los dos somos licenciados en Historia del Arte (aunque por distintas universidades y con estancias en universidades extranjeras de diferentes países) y cursamos el mismo máster. Cuando empezamos a trabajar juntos habíamos tenido experiencias de comisariado en colectivo (Catenaria y Calipsofacto, siempre en nuestros corazones) y estábamos trabajando por separado en educación en museos y creo que estos intereses comunes fueron fundamentales para que nuestra colaboración tuviese sentido. Como comentaba, para mí la investigación en arte desde planteamientos experienciales y metodologías experimentales es el marco de trabajo desde el que me gusta imaginar la curaduría. En este sentido los formatos y formas de hacer que desde la educación o lugares cercanos se han puesto en práctica durante los últimos años en Madrid han influido mucho en nuestra manera de trabajar. Por poner un ejemplo, podemos señalar las formas de conocimiento y los contenidos desarrollados desde el departamento de educación del CA2M, donde Jaime ha trabajado y colabora, que hace unas semanas publicaron "No sabíamos lo que hacíamos" (¡lectura recomendada!) y que forman parte de estos referentes cercanos que comentábamos: Pablo, Vito, Carlos, María...

En vuestra trayectoria se pueden observar algunas becas y residencias. ¿Es ésta una buena manera de formarse en la curaduría? ¿Creéis que está cambiando en ese aspecto la figura del curator?

J y M: Sí, en parte. Nuestra formación en curaduría la hemos desarrollado a partir de becas y residencias pero también a través de proyectos independientes/autogestionados y cursos, por lo que podemos decir que es bastante informal y es algo que nos gusta, ya que nos permite pensar en cada elemento que configura un proyecto desde su sentido específico, en el contexto que se está desarrollando, y no a partir de un conocimiento demasiado estructurado sobre lo que debería ser. Esta formación informal nos hace sentir además que nunca se acaba, que ahí seguimos y que cada proyecto supone nuevos retos y nuevos aprendizajes, claro que cada vez los enfrentamos de forma distinta y sería bonito seguir sintiéndolo así durante mucho tiempo.

Ha sido genial poder trabajar con todas esas instituciones que nos han concedido becas. Realmente hemos aprendido mucho en cada proyecto. Han sido espacios que nos han permitido desarrollarnos desde la investigación teórica y práctica y conocer la diversidad de estructuras institucionales. No obstante, consideramos que queda mucho trabajo por hacer y que las estructuras de las becas deben ser revisadas de forma constante para conseguir sistemas de selección respetuosos con el trabajo de las personas que dedican su tiempo y esfuerzo a adaptar sus ideas a la estructura que éstas plantean. Una medida sencilla que podría reducir los niveles de frustración que estos procesos generan sería que las instituciones convocantes explicasen brevemente, pero de manera individual, por qué no ha sido elegido un proyecto. Esto se lograría destinando una pequeña parte del presupuesto para que una persona asista al jurado, se lea los proyectos y escriba a los no seleccionados. Creemos que todos saldrían beneficiados con una medida del estilo y sería un primer paso para replantear las condiciones de este sistema (que obviamente no es uniforme y algunos centros lo tienen más trabajado que otros).

En los últimos años parece que el método convocatoria se ha convertido en la panacea de la apertura institucional y es aplicado sin, aparentemente, mucha reflexión por distintos centros, con lo que las bases empiezan a parecerse de forma preocupante, repitiendo estructuras de precarización y producción acelerada. Especialmente cuando proceden de instituciones públicas, las convocatorias serían una herramienta fantástica para establecer las condiciones ideales de trabajo. En este sentido, la formación debería ser un factor básico a considerar y no desde la idea de “te pago menos porque estás aprendiendo”, sino desde que la propia convocatoria genere espacios de aprendizaje para las y los participantes acerca de las formas de trabajo y estructuras de las instituciones y para las propias instituciones como una vía de contacto más cercano con su contexto y no sólo con quienes pasan los filtros de sus procesos de selección. Menos frustración y más aprendizaje sería un buen lema para mejorar la situación de las convocatorias y buscar otras formas de apertura y concesión de becas.