Madriz / Ideas y Entrevistas 2 de December 2016 por Jara Blanco Tweet · Share

Breve historia del logo del metro

El arquitecto Antonio Palacios creó el característico logotipo de Metro Madrid, a principios del siglo XX, a la vez que proyectaba las primeras estaciones del subterráneo. Una creación esencial para la identidad de la ciudad.

Las ciudades contemporáneas se identifican con logotipos que ilustran sus calles y avenidas. Llenas de luces y de carteles publicitarios. Y el metro. Esos túneles cada vez más rápidos y modernos… sus conexiones cada vez más lejanas. Y sin embargo, cuando lo usamos, no pensamos lo antiguos que son: 1863, Londres; 1892 Chicago, 1900 París, 1904 Nueva York o 1919… ¡Madrid!

Antonio Palacios era un joven arquitecto gallego que se paseaba hace cien años por las calles de la ciudad, imaginando y soñando con una ciudad más europea, esculpiendo su piedra y dibujando su futuro. Se empapó de todos los estilos artísticos precedentes aunque en particular le inspiraba el estilo andaluz y estaba influenciado por las doctrinas de Eugène Viollet-le-Duc, Antoni Gaudí, Otto Rieth y Otto Wagner, o de su profesor el arquitecto Ricardo Velázquez y Bosco. Hoy en día, y en concreto este año 2016, Palacios es el símbolo de aquel momento de creación urbanística que da forma a nuestra cotidianeidad, no solo a través de sus más famosas creaciones como las que cumplen este año su centenario (el Palacio de Telecomunicaciones o el Hospital de Jornaleros), sino a través de su huella gráfica, cuando nos introducimos en los suburbios del metro.

A principios del siglo XX, muchas empresas industriales se dieron cuenta de la necesidad de obtener una imagen elegante y prestigiosa, por lo que encontraron en este arquitecto un protagonista de excelencia para proyectar su voluntad de éxito. Antonio Palacios diseñó, inicialmente junto con sus colegas Julio Otamendi y Carlos Mendoza, un metropolitano cuyos objetivos no han cambiado mucho. En aquel momento se pretendía absorber términos limítrofes y convertirlos en barrios, abriéndose al futuro y convirtiéndose entonces en una ciudad más industrial.

Antonio lo tenía claro. Madrid tenía que ser más europea, y había que encontrar un estilo nacional en sus creaciones y en su imaginario urbano: había que ser versátil y adaptarse al uso de la ciudad. Era el momento de abandonar los ómnibus y tranvías de tracción animal -luego eléctricos- por un transporte adaptado a los nuevos tiempos que acechaban,¡el nuevo siglo! Y eso pensaba la prensa local del momento calificando de "¡Maravillosa construcción!" la inauguración del suburbano madrileño.

En este contexto, el metro fue, sin duda, el diseño de una obra magna que unía de manera indisoluble ingeniería y arquitectura, primeramente a través de planos y túneles y, en segundo lugar, a través de una imagen corporativa perfectamente adaptada a una ciudad en ese pleno proceso de modernización: Palacios va a ser el tipógrafo que crea un emblema para un transporte nuevo y una seña de identidad perenne que coloca en todas partes: la arquitectura industrial se acercaba así a las construcciones civiles y todas las fachadas de subestaciones, oficinas, cocheras y naves de motores lucían la estampa de la Compañía Metropolitano.

En el espacio interior, la decoración de azulejos, el empleo de lucernarios y la amplitud de los accesos, aplicaban una capa de arte a las obras públicas, convirtiendo las estaciones en lugares fácilmente reconocibles y extraordinariamente agradables, dado que el viajero no estaba acostumbrado a viajar bajo tierra y esta era una forma amable de atravesar la ciudad.

Para el logotipo, Antonio se inspiró en el Underground de Londres (creado en 1913 por Edward Johnston) y en sus características, que son sencillas pero firmes. Colores: Rojo, blanco, azul; Forma: Un cuadrado que se vuelve esférico, extrapolando el círculo londinense por un rombo. Un rombo perfecto. Mensaje: M E T R O.

Claridad, sencillez y dinamismo. Una representación que ha evolucionado al albor de modas y necesidades más contemporáneas, sobre todo cuando llegaron los años 80… La compañía necesita renovar su look y decidieron convertirse en “la respuesta espontánea y popular a una necesidad social” ya que la compañía se había desprivatizado y las cifras de viajeros habían disminuido. Y el logo también: se redujo el volumen, sus letras se volvieron minúsculas. Los colores se suavizaron: m e t r o.

Y, sin embargo, sigue siendo un símbolo cercano e identificable por y para todos sus usuarios. Y ha sido incluso inspiración para otros logos de transportes urbanos.

Si nos entra la nostalgia, podemos ver los restos de las primigenias teselas en las subestaciones de Quevedo o en la Calle Castelló, en la nave de motores de Pacífico, en las (aún en pie) Cocheras de Cuatro Caminos o en formato museístico, en la estación de Chamberí. Y para los más fetichistas, en los artículos vintage de la tienda del metro.

Curiosidad o evidencia, el logo del metro, a lo largo de su historia, ha ido representando en gran medida un espíritu de la ciudad en pleno movimiento, una fisionomía de conexión, de trazos largos y de horizontes difíciles, una seña de identidad y un puente entre la tradición y la modernidad.