Madriz / Pantalla 22 de November 2016 por Grace Morales Tweet · Share

El día de la bestia

La Pantalla se lanza a las compras de navidad con una invocación castiza para el fin del mundo. "El día de la bestia" es la película ideal para afrontar el Black Friday con todas las garantías de condenación eterna. ¡Disfruten!

Madrid, diciembre de 1994. Como solía hacer cada semana, estaba dando una vuelta por las tiendas de cómics alrededor de Tudescos y la plaza Luna (tiene otro nombre, pero se la conoce popularmente por el cine o el parquin), lugares en pre proceso de gentrificación, que todavía abrigaban a su habitual corte de mendigos, yonquis y prostitutas. El famoso cine ya estaba cerrado y todavía pasarían años entre las proyecciones de películas underground, el abandono y el actual y lujoso Gymage Lounge Resort. Por fin han renovado la imagen de la zona, gracias a su oferta de cenas-espectáculo, gimnasio, locales comerciales y una terracita en el ático para gente que gusta de cuidarse por dentro y por fuera, siempre con atención a la peluquería, la comida ecológica y el slow food (yo creía que era soul food, pero no, esto debe ser mejor y sobre todo mucho más caro). Total, que han convertido una plaza para las personas en un teatro para los consumidores, que es lo que se lleva esta temporada final y lo que veníamos demandando todos.

Sin embargo, en los 90 aquellas calles y sus establecimientos eran lo peor para el ciudadano con cierta sensibilidad y conciencia. Lo único que se podía hacer allí, aparte de frecuentar tiendas de tebeos, discos y rol, era arriesgar la salud cenando en algún restorán chino o quizá entrar en el sex-shop de la calle Desengaño. Eso, si eras capaz de superar el susto que producían los residentes. Yo, que siempre he sido un poco inconsciente del peligro y carezco de conciencia, me movía por allí tan pancha, como Pedro por su casa. Después de la incursión en las tiendas, crucé la Gran Vía dirección Preciados, entre una marabunta que se había lanzado a las compras de navidad.

Quizá no lo recuerden o ni siquiera lo vivieron, pero en 1994 estábamos pasando una horrible crisis económica (sí, esto también ha tenido varios revivals, como los 80), con un 25% de paro y la moneda de entonces, la peseta, en valores ridículos. El grupo anteriormente conocido como los socialistas mandaban en Moncloa, con la ayuda de los antiguamente conocidos como CIU. En Madrid, el ayuntamiento era del PP, que se siguen llamando igual. El recordado por tantas y tantas cosas, alcalde don José Mª Álvarez del Manzano, gobernaba una ciudad llena de zanjas, andamios y recalificaciones de terrenos, más oscura y sucia de lo que nunca estuvo (bueno, ahora vamos un poco así así). Por eso, cuando entré con la multitud en la calle más comercial de la ciudad, y nos topamos con una bronca en el tenderete de los Reyes Magos entre un cura con sotana y un melenudo armado, pensé que igual era otra redada del concejal Matanzo, popular azote de tenderos y clientes de los bares de Malasaña. Pero resulta que no, allí había un equipo de cámaras, grúas y focos.

Un tipo con un megáfono gritaba a la gente “¡No miren a la cámara, corran sin mirar a la cámara!”, y la gente corría, pero todos miraban de reojo, así que lo mismo era un poco excesivo, incluso para celebrar el enésimo premio de lotería que le hubiese tocado al teniente de alcalde, a quien le caía tal barbaridad de premios, que era cosa sobrenatural. Pregunté a un conocido, que estaba contratado como segurata. “Na', que están haciendo una película”. Aprovechando el tumulto, los extras se metían entre la gente, y salían corriendo despavoridos con los sonidos de disparos desde la cristalera de la FNAC. “Es una cosa del demonio en Navidad, aquí en Madrid”, me decía el conocido. Al principio, y con estas premisas, reconozco que seguí creyendo que se trataba de una campaña del Ayuntamiento. O una reunión de Nueva Acrópolis que se había salido de madre. Pero no, era ficción. La nueva película de Álex de la Iglesia tenía buena pinta.

Al cabo de unas semanas, fuimos a hacer una simpática entrevista a Santiago Segura en el rodaje de otra escena para “El día de la bestia”. Esta vez, era en una calle del barrio del Hortaleza donde se desarrollaba una carrera en coche. El actor nos recibió en una de las roulottes del set, caracterizado como su personaje, el jevi José María, y luego nos pasamos varias horas de la madrugada de un helado mes de enero metidos en el coche, esperando por si podíamos hablar con el director, cosa que hubo que hacer en otro momento, mientras veíamos pasar el descapotable una y otra vez, con otro coche detrás y las cámaras. En la película, aquella escena donde los protagonistas se cambiaban en el asiento del conductor, duraba apenas unos segundos. Pero lo que pasó en nuestro coche y lo de la filmación, eso ya, es otra historia.

“El día de la bestia” es el segundo largo de Alex de la Iglesia y con seguridad, su mayor éxito de taquilla y de crítica. El documental “Herederos de la bestia” (2016, Diego López, David Pizarro) muestra la influencia que la película ha tenido en el cine español y en su género fantástico, al haber sido capaz de unir un tema del terror universal con la tradición más española y castiza de la literatura y el cine: la comedia de los años sesenta, la picaresca y el esperpento, todo ello imbuido de una dura crítica social sobre la situación apocalíptica de un Madrid sometido a la especulación, la suciedad y la violencia. La ciudad es la verdadera protagonista de esta historia, se retrata como el único lugar donde puede nacer el Anticristo, en una metáfora tan aterradora como profética.

Uno los personajes principales, ese cura bondadoso recién llegado de Bilbao (el añorado actor Álex Angulo) quien tras interpretar el evangelio de San Juan, cree haber descubierto dónde va a producirse este hecho nefasto en Nochebuena, y lo sitúa entre dos edificios que se han revelado en la realidad como, efectivamente, productos del Mal: las torres KIO o Puerta de Europa, los primeros rascacielos inclinados del mundo que tienen la misma apariencia que la firma que hace el demonio con su garra. Sobre esta brillante premisa, se establece una comedia de acción, con persecuciones, invocaciones diabólicas y aficionados al heavy metal (apariciones estelares de la tienda de discos Hard Vinyl, cuando estaba en Gran Vía, uno de los santuarios del género, y de la sala Revólver, transformada en el local de conciertos “Infierno”, donde actúan Def Con Dos disfrazados del grupo "Satannica"). De la Iglesia hace un recorrido por Malasaña, barrio invadido por las vigas de madera que sujetan los ruinosos edificios, especialmente los de la calle Desengaño, donde se sitúa la casa de huéspedes de la gran Terele Pávez, hasta llegar a la Gran Vía y la escena del edificio Capitol, con los protagonistas colgando del luminoso de Schweppes.

También aparece el barrio de Salamanca, donde actúa el comando fascista “Limpia España”, dirigido por un siempre excelente Jaime Blanch, y la parte final, desde el enfrentamiento a muerte en las dos torres (que todavía estaban en obras) hasta la estatua del Ángel Caído del Retiro; del mundo, la única obra de arte exhibida en público que está dedicada al personaje miltoniano (en Sudamérica también hay algunos ejemplos de estatuas erigidas al demonio). Entre medias, una sucesión de tiros, tortazos, chistes, caídas espectaculares… “El día de la bestia” es una sátira brutal contra la tele basura, los programas de contenidos “paranormales”, las sectas y la clase política, pero sobre todo, contra el consumismo y la deshumanización de una sociedad muy cercana, la de esta ciudad que destruye y olvida su origen bajo unos míseros cartones. Se estrenó hace veintiún años. Hoy, en la rampa final del apocalipsis, el demonio sigue siendo el menor de nuestros problemas. Sí, señor, se lo dice una satánica. Y de Carabanchel.