Madriz / Pantalla 2 de September 2014 por Grace Morales Tweet · Share

Esencia de verbena

Termina el verano, gracias a los dioses. Todavía quedan semanas de calor infernal y duras imágenes de pies desnudos y pantalones cortos, pero por la feliz tesitura de estar más cerca del otoño, voy a rendir un homenaje a las fiestas de Madrid.

Las ferias que se suceden a lo largo de estos días en la capital se han retratado en muchas películas, aunque este debe ser uno de los primeros documentales sobre ellas. Porque en fecha tan temprana como 1921 ya se adaptó la primera Verbena de la Paloma (José Buchs), y el gran éxito de la zarzuela tuvo lugar en plena República, en una superproducción de Benito Perojo de 1935, interpretada por actores como el gran Miguel Ligero, a quien podemos ver en este fragmento interpretando a Don Hilarión:

“Esencia de Verbena” es el resultado de la pasión por el cine de los artistas de la década de los años veinte, poetas que venían del Ultraísmo,  y de mezclar lo más novedoso de su tiempo, el Futurismo y las poesías collages con los elementos castizo y mitológico, todo ello reconvertido en objetos Dadá. Es un paseo por las verbenas de Madrid en imágenes surreales, en las que se muestran atracciones como tiovivos, túneles de la risa y “güitomas”, paisajes y gentes, desde artistas a niños de la calle, fenómenos de barraca, autómatas, pinturas de celebridades como Picabia y costumbrismo insólito. No en vano uno de los protagonistas del film es Ramón Gómez de la Serna, a quien vemos hacer el indio en varias secuencias.

El director de “Esencia de Verbena” fue Ernesto Giménez Caballero, una de las personalidades más influyentes del mundo literario de aquellos años. Este madrileño, cuya voz escribe y narra los poemas visuales de la película, fue un apasionado por el arte, quien dio cabida en su revista, “La Gaceta Literaria”, a la mayoría de poetas y ensayistas de la Generación del 98 y de la del 27. Conforme avanzaba la década de los treinta, su ideología se fue haciendo más radical, hasta convertirse en un adalid del Falangismo, por lo que sus antiguos compañeros de La Gaceta le abandonaron. Más tarde se convertiría en ministro de Propaganda de la Dictadura, dejando a su vez los principios de Falange. Giménez Caballero, tras sus años de ideas atrevidas en libros como “Yo, Inspector de Alcantarillas” o “Julepe de Menta”, abrazó la causa nacional-católica con un loco entusiasmo de mesianismo español. Hasta su muerte a mediados de los ochenta, cuando se definía como anarcosindicalista, fue un tipo pintoresco que escribía libros llenos de ideas pomposas, aunque con una erudición que sorprende, sobre todo, en el erial de idiocia en el que vivimos hoy. Protagonizó episodios grotescos, como su visita a Alemania, a espaldas del gobierno de Franco. En sus Memorias de un dictador (Planeta, 1979), relata la entrevista (imaginaria o no) con Magda Goebbels, donde le planteó la posibilidad de casar a Hitler con Pilar Primo de Rivera para establecer una alianza hispano-germánica sobre el universo. La mujer de Goebbels, con lágrimas en los ojos, no sabemos si de risa u horror ante la foto de doña Pilar, le contestó que era un proyecto precioso, pero que el Führer, tras haber recibido un disparo en la I Guerra Mundial en un testículo, no podía engendrar hijos, por lo que la unión era imposible…

Dejando a un lado estas cosas de intelectuales que se grillan, lo cual no es tan grave, en mi opinión, como ir por la vida pretendiendo tener unos sólidos principios ideológicos y traicionarlos sistemáticamente cada vez que abres la boca, escribes un libro o compones un decreto ley, “Esencia de Verbena” es un maravilloso ejercicio de costumbrismo madrileño, con el mismo casticismo tragicómico que fascinaba a Solana o a Maruja Mallo.