Madriz / Pantalla 15 de February 2017 por Grace Morales Tweet · Share

Me siento extraña

La Pantalla celebra San Valentín, naturalmente con una bella película de amor, que causó en su momento gran conmoción entre la crítica, el público y las autoridades.

“Me siento extraña” es el único largometraje de Enrique Martí Maqueda, un realizador de televisión muy conocido por programas como “300 Millones” o “Palmarés”. La presentadora de este último magazine fue, no sin protestas entre las profesionales del Ente, que lo vieron como un ejercicio de intrusismo, la modelo y actriz Bárbara Rey, cuya presencia en la tele allá por 1976 se convirtió en un fenómeno y la hizo popularísima.

Aprovechando esta fama y la apertura del cine con la Transición que dio lugar al género del destape, el realizador planteó una película con Bárbara con una historia muy arriesgada. Nada menos que tratar en el cine español una relación lésbica, a través de una historia pretendidamente dramática de mujeres enfrentadas a la incomprensión social. Bárbara Rey, que ya tenía sobrada experiencia en el mundo del cine, entre la comedia de enredo y el fantástico de serie B, aceptó de inmediato. Fue además una de las pioneras en aparecer desnuda en reportajes gráficos y de las más audaces en sus papeles dentro del género del destape, pues trabajó en otras dos películas interpretando personajes de lesbiana: la adaptación de la novela de cárceles femeninas de Ines Palop, que rodó Javier Aguirre, “Carne Apaleada” (1978), con Esperanza Roy, y “El periscopio” (1978), una comedieta de José Ramón Larraz, en la que tenía como partenaire a Laura Gemser, más conocida en el cine italiano como “La Enmanuelle negra”.

La otra protagonista tuvo más reticencias a la hora de decir sí a esta película. La madrileña Rocío Dúrcal era actriz y cantante desde la adolescencia, un personaje muy popular y querido por el público. Su carrera como cantante de adulta se había estancado en las bandas sonoras de sus películas y en el 77 se encontraba en un parón profesional. Aceptar “Me siento extraña” era dar un giro completo a su estilo de muchacha vitalista e ingenua, pero los problemas económicos mandaban.

Con guion del propio Martí Maqueda y del escritor y también realizador de radio y televisión Rafael Herrero (“La mandrágora”), “Me siento extraña” es un drama romántico sobre dos mujeres de vidas muy distintas que coinciden a través de un trabajo relacionado con la música. Rodada en el centro de Madrid y en la localidad cercana de Collado Villalba, nos cuenta la relación que se establece entre Laura (Dúrcal) la infeliz esposa de un entomólogo (Ricardo Tundidor) perteneciente a una familia exfranquista que intenta mantener su posición de poder tras la muerte del dictador mediante un escrupuloso juego de las apariencias (siempre perfecto Rafael Navarro como el “patriarca). La mujer, pianista profesional, abandona el hogar, harta de la supuesta violencia del marido, para instalarse en un pueblo y trabajar en las canciones de Marta (Bárbara Rey), una artista de cabaret que tiene evidentes problemas de relación con los hombres, pues en el sexo siempre deriva en comportamientos masoquistas y culpables.

Entre las dos mujeres se establece una relación de amistad que se va complicando, y a la que no ayuda las habladurías del pueblo, donde se prejuzga (y sojuzga) de forma brutal a la pareja, especialmente al personaje de Bárbara Rey. Los hombres llegan a reaccionar de forma violenta ante lo que consideran una afrenta a su masculinidad, cuando en realidad no ha sucedido nada entre ellas, solo el hecho de vivir solas y preferir por única compañía la del tonto del pueblo, interpretado por el gran actor Paco Algora.

La película tuvo un éxito de taquilla enorme, movido el público por el morbo que despertaba la escena final, de sexo muy softcore, entre las protagonistas, al tiempo que recibió unas críticas funestas y una consideración terrible de los medios de comunicación, no sabemos si por la calidad de la película o por las mismas razones que llevaban a los personajes de la película a ponerse tan furiosos. Fue tan mala la campaña contra ella, que las mismas actrices renegaron de haber trabajado en su rodaje. Poco después, Bárbara Rey reconoció que no se sentía avergonzada, sino todo lo contrario, al revés que la añorada Rocío Dúrcal, que ni siquiera acudió al estreno y afirmó que nunca la vio y que fue un error haber trabajado en ella. En ese mismo año del 77, su carrera dio un giro triunfal al grabar su primer disco de rancheras de la mano de Juan Gabriel y convertirse de nuevo en una estrella de la canción, también con elepés de corte melódico, como “Confidencias” (1981) un elepé con canciones compuestas por Camilo Sesto y Rafael Pérez Botija, que es el mismo que escribe la música de “Me siento extraña” y compone la canción que la abre, un single para la cantante cubana afincada entonces en Madrid, María Veranes, “Amor, lo que se dice amor”.

La película no es tan mala como la han pintado a lo largo de estos años. Es una mezcla irregular de géneros y la trama y las motivaciones de los personajes principales no quedan muy claros. Sin embargo, el ambiente opresivo del pueblo está muy logrado, los hombres violentos y las mujeres recelosas de esta relación femenina (muy buenas interpretaciones de secundarios de lujo, como Fernando Sánchez Polack, Luis Marin o Francisco Nieto, incluida una pequeña aparición de la gran Laly Soldevilla). La fotografía recuerda a las películas eróticas de los setenta y a los filtros de las fotografías de David Hamilton. Destaca el trabajo de Bárbara Rey, impresionante en su belleza y seguridad como artista, frente a Rocío Dúrcal, mucho más insegura y rígida en el papel, aunque transida de un look impresionante, ya no andrógino, sino directamente extraño, mutante casi, en algunos planos. Supongo que pierde mucho el no haber podido doblarse la voz, al haber sufrido un accidente en casa y casi haberse roto la mandíbula.

La película y su contenido están, por supuesto, superados, pero el mensaje sigue estando vigente, toda vez que las relaciones lésbicas siguen siendo mucho más difíciles de visibilizar. Esta fue una de las primeras películas del destape, la primera de contenido lésbico y también la primera en denunciar la violencia contra la homosexualidad femenina. Solo por eso, creo que merece su lugar entre las destacadas de una década muy poco entendida y denostada de forma bastante gratuita dentro del cine español.