Madriz / Pantalla 30 de March 2016 por Grace Morales Tweet · Share

Películas perdidas en torno a Madrid

Durante la década de los diez y los veinte, multitud de operadores y pequeñas productoras salieron a filmar en las calles de Madrid. Quedan documentales y películas de este periodo. Otras solo son breves notas a pie de página, incluso leyendas.

Madrid fue protagonista absoluto de la nueva industria. Los primeros documentales exhibieron la Puerta del Sol y otros lugares céntricos, así como las inevitables misas, desfiles y corridas de toros. Las variedades comienzan a mirar con preocupación el auge de los salones cinematógrafos, aunque aprovechan el fenómeno en canciones como “El tango del cine”, una picardía del maestro Serrano para el sainete de Arniches “La gente seria”:

El cine madrileño se inauguró con un crimen y una de ciencia de ficción. En diciembre de 1912, el periodista Enrique Blanco, fundador de Iberia Films estrenó “Asesinato y entierro de don José Canalejas”, un corto en el que se mezclaban las imágenes reales del entierro con una reconstrucción del atentado, rodada por Adelardo Fernández Arias en el mismo lugar de los hechos, el escaparate de la librería San Martín (Sol con la calle Carretas). Como documental tiene valor histórico: las Cortes lucen extrañamente modernas, como si se hubiesen congelado o fuesen un decorado, y los madrileños (porque madrileñas salen muy pocas) que se agolpan para ver la carroza fúnebre, más que de luto parece que están de fiesta, aunque este talante de jolgorio en la muerte de un político lo recordamos de otros entierros multitudinarios, como el del alcalde Tierno Galván. Como película supone contemplar el debut en el cine de Pepe Isbert con veintiocho años, interpretando al anarquista Manuel Pardiñas, aunque el sombrero y los bigotes postizos lo hacen irreconocible. Lo mismo sucede con Rafael Arcos (padre) en el papel de Canalejas.

Manuel Noriega fue un director de cine asturiano que muy joven emigró a México, siendo considerado uno de los padres del cine de ese país. En la década de los veinte volvió a España y trabajó en diversas películas, algunas muy celebradas por su carácter costumbrista. Sin embargo, entre ellas hay una rareza, "Madrid en el año 2000", de 1925. Todo lo que se puede decir tiene que ser a través de hemeroteca, ya que no existe copia alguna y es imposible conocer el testimonio de quienes la vieron en su estreno en el cine Teatro Alfonso, antiguo Salón Madrid. Se habla de efectos especiales elaborados con diversas pantallas en los que se simulaba que la ciudad se había convertido en un puerto de mar ampliando su territorio hasta Portugal, y para los exteriores se habrían aprovechado las orillas del Manzanares, entonces casi playas en muchos tramos, incluso las antiguas islas fluviales. Pero sobre las diabluras que sugiere este argumento solo podemos elucubrar.

Sobre la que existe mucha más información es “El sexto sentido”, de Nemesio Manuel Sobrevila, director bilbaíno. Arquitecto de formación e inventor amateur, fue uno de los primeros en aplicar las ideas de las vanguardias europeas al cine español. En 1928 ya había estrenado “Al Hollywood español”, una burla de los estereotipos de la industria norteamericana así como de los tópicos españoles. Concebida en siete episodios, narraba las vicisitudes del dueño de un mesón taurino que está empecinado en lanzar a su hija como actriz, por lo que no duda en cambiar de nombre al local por “Al Hollywood español” y recibir siete propuestas de películas: una de terror, una españolada, un sainete madrileño, una experimental, una histórica, una comedieta imitación de Hollywood y una de ciencia ficción, en la que se sirvió de las maquetas y su formación de arquitecto para recrear una ciudad del futuro al más puro estilo de “Metrópolis” de F. Lang. En la película trabajó Andrés Carranque de los Ríos, figura madrileña de la literatura y el anarquismo, también injustamente olvidado, quien ya dejó constancia de la dureza de la vida del actor, sometido a trabajos sin pagar y películas de picaresca que nunca se terminaban, en uno de sus magníficos libros, “Cinematógrafo” (reeditado por Ed. del Imán en 1998).

La película se pudo ver en pases privados, y tampoco queda rastro de copias. Los historiadores hablan de don Nemesio como un director maldito, porque ya con este debut, que los distribuidores cambiaron de nombre a “Lo más español” para poder venderla mejor, pero sin ningún éxito, comenzó a forjarse un nombre perseguido por el fracaso y las dictaduras. Con el dinero que le quedaba de la herencia familiar consiguió terminar su segundo largometraje.

“El sexto sentido” (1929) es una película sobre el poder de la imagen y el cine como médium. Sobrevila mezcla en él las teorías del “ojo-cámara” del cine soviético con un melodrama que contradice estos postulados acerca de la supuesta objetividad de las imágenes. El guion está basado en un malentendido a cuenta de dos parejas de novios que se relacionan “para saber cuál es la verdad” con un estrafalario personaje, el doctor Kamus (interpretado por el no menos excéntrico Ricardo Baroja, el hermano artista de don Pío), un voyeur tan aficionado al vino como al cine que rueda con su tomavistas imágenes de la ciudad (bellos planos de Cibeles, el Rastro y la Puerta del Sol) y de las mujeres, pero sin que ellas lo sepan. “El sexto sentido” se adelanta a otras historias sobre el cine como adicción, como la mismísima “Arrebato” de Iván Zulueta, pero se pierde por el camino del esperpento. Esta curiosidad sí se puede ver, en la filmoteca online de TVE.